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Colombia

Ideas como negocios

Contributor
Juan Sebastián Martínez Potes
Oct 2, 2025

Hoy el valor de una empresa no vive en la bodega ni en las máquinas. Está en lo que sabe hacer y en lo que ha creado: marcas que la gente prefiere, software que soluciona, diseños que resaltan, catálogos que se licencian, bases de datos que ayudan a vender mejor y procesos que ahorran tiempo. Todo eso son activos intangibles. No se ven y muchas veces ni aparecen en el balance, pero explican por qué dos negocios parecidos valen cosas muy distintas.

La idea central es simple: la propiedad intelectual no es un papel para defenderse, es un activo que puede generar caja.

Con ese cambio de chip, las preguntas también cambian. Ya no es “¿demandamos a quien copió?”. Es: ¿cómo convierto lo que sé y lo que hice en flujo de caja? Ahí entran las licencias, las franquicias, las regalías por uso, las cesiones por territorio o industria, las alianzas donde tu know-how se junta con la fábrica de otro, o las APIs que vuelven tu tecnología una plataforma.

No es teoría: una pyme con marca confiable y procesos claros puede franquiciar; un estudio creativo con buen portafolio puede licenciar; una startup con algoritmo propio puede licenciar por campo de uso a empresas más grandes sin soltar su esencia. En términos de Kiyosaki, se trata de pasar de trabajar dentro del negocio a ser dueño del sistema que produce efectivo.

Para que funcione, tres capas tienen que coordinarse:

  • La legal, que asegura que lo tuyo es tuyo: titularidad, alcance, contratos y protección sensata.
  • La financiera, que baja los derechos a números: cuánto aporta la marca al precio, cuánto dura económicamente el software, si hay deterioro o revalorización.
  • La estratégica, que decide dónde jugar: países, canales, socios y riesgos. Cuando esas tres hablan entre sí, la Propiedad Intelectual deja de ser un cajón de papeles y se vuelve un tablero de ingresos. En clave de educación financiera, tus activos empiezan a trabajar por ti.

El primer paso es saber qué tienes; un inventario vivo de marcas, diseños, patentes si aplica, obras y software, bases de datos y secretos, con su estado, fechas clave y cadena de titularidad. Desde ahí salen dos caminos: proteger lo que te da ventaja y definir cómo cobras.

Ejemplos rápidos:

  • Si tu software impulsa ventas de terceros, una licencia por usuario activo con mínimos garantizados ordena el flujo.
  • Si tu marca ya tracciona en una ciudad, una franquicia con manuales y royalties te hace crecer sin abrir locales.
  • Si tienes un catálogo musical o fotográfico, segmenta por territorios y ventanas y pide reportes auditables; si no reportan, hay penalidad.

El contrato no es un trámite: es el canal por donde corre el dinero.

En Latinoamérica, y en Colombia en particular, la oportunidad es enorme porque la brecha todavía es grande. Muchas empresas crean valor intangible a diario —servicio, procesos, contenido, datos— pero no lo formalizan. Construyen la casa y dejan la escritura en manos de otros. Cerrar esa brecha no es dificil si se hace por fases: primero orden, con contratos de cesión y licencia, política de secretos, registro inteligente de marcas y software y buen gobierno de datos. Luego monetización con disciplina: licencias con mínimos, franquicias con manuales y auditoría, alianzas por campo de uso y un pipeline de licenciatarios con metas claras. Finalmente, financiación: valoraciones que soporten due diligence, garantías sobre Propiedad Intelectual y conversaciones con bancos o fondos que acepten flujos de royalties como colateral.

No todos lo hacen, pero el apetito crece cuando la plomería contractual está bien hecha. En otras palabras, construye el sistema y el capital llega.

Un apunte legal que ahorra dolores de cabeza: en derecho de autor, en varias jurisdicciones la responsabilidad es objetiva. “No sabía” casi nunca te salva; como mucho, baja la sanción. ¿Por qué importa? Porque hacer enforcement con criterio protege a quienes sí pagan y sostiene el flujo, y porque tú también debes ser impecable con lo ajeno: licencias claras para cada insumo y cesión o licencia antes de crear, no después. Es educación financiera aplicada a la creatividad: acuerdos claros, respeto por derechos y foco en caja.

Al final es más simple de lo que parece: lo que no se inventaría no se protege; lo que no se protege no se monetiza; lo que no se monetiza no se gestiona.

Llevar bien la Propiedad Intelectual convierte ideas materializadas en ingresos repetibles, mejora la valuación, atrae inversión y te da una salida ordenada si algún día vendes. No se trata de litigar más, sino de diseñar mejor: contratos que abren mercados, métricas que muestran si la Propiedad Intelectual está viva, socios que amplifican lo que sabes hacer y una cultura que entiende que el activo es de todos. La riqueza va de sistemas y flujos: volver tu conocimiento un sistema y dejar que el flujo haga su parte.

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